El viaje comenzó la madrugada del 17 de diciembre. Muy emocionados, Joaquín y yo emprendimos un viaje que no se comparaba a ningún otro que hubiésemos vivido, eran dos meses escalando en sectores reconocidos a nivel mundial, un sueño hecho realidad.

Peñoles, México

Luego de un vuelo con varias escalas y largas horas de espera llegamos a Ciudad de México. Por la noche nos encontramos con nuestros amigos Martha y Matías, quienes nos alojaron para partir al día siguiente directo a Peñoles, una increíble zona de boulder ubicada al norte de México en el estado de Chihuahua. Tras 13 horas de viaje, finalmente llegamos la zona ubicada en un terreno cercano al pequeño y humilde pueblo de Iturralde, lugar en donde vive el dueño de Peñoles quien es muy buena onda y acogedor, sobre todo con los escaladores.

Un poco de las infinitas rocas que hay en Peñoles.

Nos quedamos 14 días que se hicieron nada con la infinidad bloques que había, muchos de ellos abiertos por Diego Montull, a quien pudimos conocer durante nuestra estadía. Nos acompañó un clima muy variado. Cada día de escalada en Peñoles era una lucha con la piel y una oportunidad para probar increíbles boulders clásicos de la zona, todos de estilos muy diferentes, predominando la regleta y agarres adherentes. Era inevitable ese ardor en las yemas luego de un par de pegues, más conocido como “Fuego Peñolero”. Estando ahí es difícil no querer tirar todos los boulders pero es muy importante ahorrar piel y energía para los bloques que para ti más valen la pena probar y encadenar. En lo personal a mí me cuesta mucho no fascinarme con las líneas de la zona y no darle a todos, pero aun así logre varios boulders clásicos del sector, como La catrina (V12), Itacate (V11), Viento rebelde (V10), Naranja mecánica (V9) y Lágrima de oro (V9). Hubo muchos que quedaron pendientes, ¡Así es que obligado a volver!

 

Hueco Tanks, E.E.U.U

Terminaron nuestros días en Peñoles y sin darnos cuenta ya estábamos rumbo a Hueco Tanks, ubicado en El Paso (Texas). Este sector es una impresionante zona de boulder conocida a nivel mundial que además está dentro de un parque nacional, por lo que no es sólo llegar con las tillas, el magnesio, el crash y ponerse a escalar, sino que hay que cumplir una serie de reglas antes de ponerse a boulderiar. Antes que todo, hay que saber que existen cuatro zonas dentro del parque a las que uno puede ir: West Mountain, East Mountain, East Spur y North Mountain, de las cuales a las tres primeras sólo se puede tener acceso con un guía que cuesta 25 dólares por persona aproximadamente. A la zona North Mountain puedes acceder sin guía, pero tienes que tener una reserva hecha con 90 días exactos de anticipación, y sólo pueden ingresar 70 personas diariamente. Cuando ya estás dentro del parque, al cual debes llegar antes de las 10:00 a.m. porque si no pierdes la reserva, debes ver un video de la historia de éste y del cuidado que tienes que tener con la flora, fauna y las pinturas rupestres que se encuentran en el sector. Todo esto puede parecer un poco tedioso pero dentro del espacio te logras percatar de lo esencial y valioso de Hueco Tanks, por lo tanto, hay que dimensionar que el impacto ecológico sería gigantesco si no existieran todas estas normativas de cuidado y conservación. Ya instalados en el camping, rápidamente nos fuimos a dormir para escapar del frío y también para despertar temprano al día siguiente y así conocer el lugar donde escalaríamos por las próximas dos semanas. Una vez escalando, este lugar de ensueño me hizo olvidar incluso el frío extremo que nos recibió el primer día y sólo me dediqué a disfrutar del espacio que antes, sólo podía imaginar.

 

En los 14 días que estuvimos paseando por las cuatro imponentes montañas, logramos probar muchos boulders impresionantes, con estilos muy únicos y encadenes variados. Aquí logré encadenar varios boulders (que desde Chile ya tenía pensado probar),  tales como Blood line (V8) al flash, Deans journey (V10), Mojo (V10), Loaded with power (V10) al flash y Barefoot on sacred ground (V12). Al igual que en Peñoles, los días se pasaron volando y de la nada llegó el último día, ya era hora de partir de vuelta a Ciudad de México, con mucha motivación de escalar en los sectores que se encuentran cerca del DF, y por qué no, turistear un poco en la capital mexicana.

Ciudad de México

Ya en el DF, no dejamos pasar muchos días y partimos rumbo a Mineral del Chico, un pueblo muy lindo ubicado en el estado de Hidalgo a tres horas de la capital, lugar que alberga la zona de bloque más concurrida por los bouldereros de la Ciudad de México debido a la gran cantidad de boulders de todos los grados que tiene, mayormente abiertos por Santiago San y Diego Mutante, dos increíbles personas y fuertísimos escaladores mexicanos que han puesto muchas energías para desarrollar esta zona, una gran proeza, ya que la zona se ubica en un cerro muy boscoso y húmedo que provoca que los bloques estén llenos de musgo, en donde las caídas son bastante malas, por lo que es necesario hacerle repisas a gran parte de los boulders abiertos. Sin duda el abrir un boulder es un gran trabajo y a veces no se le da tanto crédito y a mi parecer, en algunos casos es hasta más valorable que los F.A (first ascent). Luego de varias idas de fin de semanas, en Mineral logré encadenar varios bloques como Momento (V10), Centinela (V10), Dvdto (V10, F.A), Jiwa hewan (V11) y La señora bebe (V11, FA). También pudimos probar otros sectores cerca del DF, conocidos como Peña de Bernal y Salazar, importantes por ser zonas potentes de boulder. En Bernal encadené Genkidama (V11) y La cueva reloaded (V11). Y en Salazar,  Nazgul (V10).

  

Nos dimos el tiempo para hacer un poco de ruta en Jilotepec, un sector ubicado a dos horas y media del DF en donde se hizo el rocktrip petzl el 2010, y no por nada, ya que el sector es increíble; muchísimas rutas de todos los grados (mayoritariamente duros). Recientemente Mauricio Huerta encadenó ahí el primer 9a de México, sector donde pude encadenar La llorona (5.13b). Llegado el día de la partida, fuimos a Mineral para despedirnos y luego directo al aeropuerto rumbo a Chile, habiendo ganado muchísimas cosas, (más allá de los encadenes que pasan a segundo plano) sobre todo una experiencia inolvidable, escalando en lugares de ensueño, conociendo gente maravillosa, lo que entrega muchas ganas y motivación de seguir viajando. ¡Sin duda espero ansioso volver! Sólo queda agradecer a todas las personas que nos alojaron y con las que tuvimos el placer de compartir, haciéndonos sentir como en casa, ¡muchísimas gracias! También agradecer a mi familia y auspiciadores La Cumbre, Acumedic, Casa Boulder y Fluye, porque sin ellos nada de esto hubiera sido posible.

Fotos por: Martha Arístizabal, Matías Rodríguez y Joaquín Freire.